Los suspiros en la noche
van batiendo sus alas,
quejándose en las nubes
que ante el dolor se separan.
La llama del fuego modela figuras,
mientras los palos retorcidos se quejan,
voy leyendo en las cenizas
que dejaron ramas añejas.
Con su crepitar gime la agonía,
el silencio se pinta de anaranjado,
afuera chilla el viento, arrecia la lluvia,
bajo el alero duermen los pájaros.
Hay crepúsculos formándose
dentro de la casa,
lumbreras en el silencio
que las lágrimas apagan.
El humo huye ante el espectáculo
por la chimenea apresura su paso,
silente observo sin apuro,
siluetas de fuego, siluetas de humo.
Zigzaguean las llamas por un momento
llegó la noche y yo allí estaba
piernas sueltas como gato extendido
pensando en tí y en tu mirada.
Una mano invisible junto a la mía
estiraba sus dedos en forma alargada
con las sombras hacía dibujos
te veía a mi lado y sollozaba.
El aire me socorría
y las brasas me miraban
ocultando mi tristeza
en el calor de las llamas.
Las lágrimas corrían por mi rostro,
como niñas alocadas,
te estaba recordando,
vuelvo a pensarte en esta noche callada.
(Samelyn)
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