Asunción,
ciudad bella
con
tus monumentos y edificios,
tu
palacio de Gobierno, tan blanco,
majestuoso, inmaculado, jardines prolijos.
Ondea
tu bandera al viento, azul, blanco y rojo.
Yo
en mi reflexión les daré un sentido.
El
azul por el cielo hermoso
y el aire que tu país respira,
el blanco, la pureza
de los sentimientos
de los abatidos,
el rojo por la tierra que cubre tu suelo,
su color haciendo juego
con los corazones heridos.
Tu
clima tropical no sabe de inviernos, no sabe de fríos,
la piel morena de tu
gente
tostada
por el sol, el trabajo y desafíos.
Las luciérnagas encienden sus linternas de noche
y en el cielo las estrellas indican el camino.
Los
ríos Paraguay y Paraná, te refrescan,
en
medio de sus brazos te acunan,
te adormecen, para que no recuerdes el dolor,
ni
los mártires desaparecidos,
Allí
reposan los cascos de soldados atrevidos,
manos mutiladas se extienden a
nosotros
como
queriendo coger las nuestras.
Allí,
Paraguay, saboree tu tereré,
observando
el monumento a los desaparecidos,
con un dolor en el pecho, por lo que habían
sufrido.
Soldados, díganme ahora, ¿qué resguardan?
Apostados con fusiles,
haciendo turnos constantes.
Siento en la espalda un frío,
recuerdo que en mi
país, como
en tantos otros,
se ha repetido esta historia.
La demencia vagó en todas
partes, anuló cerebros, cerró oídos,
vistió de dolor los pueblos, de la Patria
no éramos sus hijos.
Soldados, díganme ahora, ¿qué resguardan?
Son sólo
cementos, no saben hacer daño.
La lluvia tropical se avecina,
como si fueran
nuestros ojos
lavando las imágenes dolorosas
apostadas en nuestras retinas.
(Samelyn)
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