He ordenado a mi corazón
acallar sus latidos,
no es vida la que corre por mis venas
sino, un elixir amargo
que en cada latido me envenena.
Tú apagaste mi luz
quedé como débil llama de una vela
que se mantiene a la deriva
cuando la brisa la vuela.
Fué tanto el frío de mi corazón
que se escarchó mi pena,
mi alma tirita desnuda
y muere de a poco.
¿Quién querrá cubrirla?
¿Quién velará por ella?
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